Constanza Fernández acaba de recibir el premio a Mejor Dirección en el pasado SANFIC 7 que en su versión 2011 premió a esta directora por su primer largometraje Mapa para Conversar, un film en el que su directora quiso reinterpretar desde una óptica femenina Cuchillo al Agua de Roman Polanski de 1962.

La película rodada en su mayor parte sobre un velero estuvo a punto de no llevarse a cabo debido a un acto discriminatorio. Apenas a un mes de comenzar las grabaciones quienes facilitarían el yate desistieron ya que el film aparentemente podía no coincidir con sus valores (la sinopsis que leyeron hablaba de una relación lésbica y de una intelectual del porno). Pero Fernández lejos de aportillarse contó con la suerte de encontrar en el Club de Yates de Quinteros un aliado que no persiguió más nada que su aporte al cine.

Tras haber cursado un taller de guión en España gracias a una beca, la directora del cortometraje No me Pidas que lo Lamente comenzó a reunir los fondos necesarios para llevar adelante su proyecto y encontró en Lastarria 90 a través de su Laboratorio de Cine Digital una primera puerta para llevar a cabo Mapa para Conversar, una película que según su realizadora está llena de posibles lecturas y con la que nos pusimos precisamente a conversar acerca de este verdadero rodaje a la deriva.

En Mapa para Conversar, entiendo, no querías sólo hablar de una minoría, sino más bien que desde allí se produjera el sentido para el espectador respecto de las emociones, de la diversidad ¿Cómo entiendes ha sido tomado el tema de la diversidad con la película?

No quería que se centrara la atención en la espectacularidad del tema de la homosexualidad. Cuando hablo de las locaciones, me refiero a situar un conflicto universal en caso un particular, en este caso los conflictos padre-hijo localizada en una pareja de mujeres, como localizada también en el mar y un velero que son otros elementos que le aportan al conflicto. Eso como un espíritu inicial, me ha pasado que la gente siente que está visitando otra realidad, y que ahí la película ofrece un viaje a la realidad de homosexuales como a también la de la gente que yachting que es para mucha gente algo desconocido pero que se conectan por este conflicto generacional que plantea y aun más universal, el conflicto con la madre que nos incluye de alguna manera a todos.

Hay harto humor en la película, pero que no es la clásica caricatura del homosexual que vemos mucho en la TV. Respecto de la recepción del público ¿entendían el mensaje o más bien lo iban descubriendo?

Las partes más hilarantes de la película no tienen nada que ver con los estereotipos del mundo gay, de ahí no sale el chiste…

Por supuesto, digo, quizás el público puede estar predispuesto a ello…

Claro, los momentos de mayor humor o de risas en la sala, se dan cuando se tocan aspectos de la idiosincrasia, conflictos generacionales, es un poco desde ese ángulo, desde la capacidad de reírnos de ese mundo del yate, esa cosa burguesa, y sobre todo vernos reconocidos en actitudes manipuladoras, más que de las caricaturas, que no me parece tiene nada de cómico sino más me parece melodramático.

Esos dos caminos o más que puedan haber, tienen que ver con la capacidad de salir del cine con más riqueza, por ejemplo cuando vez una película de niños en Irán, la puedes presenciar como un viaje pero también puedes entrar en ese mundo desde la humanidad. No es como que te des vuelta en tu propio conflicto.

En esos momento de humor siento que hay más identificación que algo biográfico. Un camino es como lo ajeno que conocí y otro respecto de cómo me identifiqué, hay una exploración para el público.

Y qué piensas que pueda pasar con el público internacional que tiene otra concepción…

La he mostrado poco afuera, sólo a los jurados de festivales. Si bien no es una muestra representativa, me puedo hacer una idea. Los argentinos cinéfilos me han dicho que sus lecturas van muy de lo bien que refleja a Chile, un país post dictadura -en una historia que simplemente no toca esos temas casi para nada- Una película muy hablada, de mucho texto, lo que es muy difícil para los otros países de habla hispana y en eso no tuve una visión muy universalista, pero al ser  una clase acomodada no es coa ni mucho menos, digo, se entiende, pero tiene sus modos muy de clase burguesa chilena.  Como te digo, muy buena recepción con el público argentino y alcanzan a ver más que el público nacional.

Y con el primer mundo que es muy inferior en cantidad de los que la han visto por lo que quizás la muestra sea menos representativa aun veo que hay una cosa ambivalente. Por un lado me ha tocado un público liberal que siente que la película no aporta a las causas del mundo gay…

¿Te han dicho eso? 

No con esas palabras, peor son lecturas en las que sostienen que el personaje gay por ejemplo no es el más luminoso, entonces tendrá un circuito en festivales temáticos de todas formas pero creo que no va a tener la mejor recepción por que a ellos les gusta que el gay sea el héroe positivo.

Y lo ambiguo…

Si bien tiene ese rechazo, por otro lado igual es una película un poco de coming out, lo que es casi old fashion afuera. Entonces, se da está cosa de contraste que para hacer películas coming out en el mundo desarrollado, éstas deben ser de época, por que eso no puede ser aun tema, como vez, creo es una película muy postmoderna.

Respecto de ese mucho diálogo que mencionabas, sospecho que tiene que ver con los espacios reducidos del yate, ¿Cómo pensaste el guión? ¿Partiste desde la locación cerrada o lo construiste desde los personajes?

El primer elemento del que surge la película es el velero, ese espacio me daba el contenido dramatúrgico que buscaba. Me daba todas las posibilidades que me interesaban desarrollar en el guión. Quería tener personajes juntos que no pudieran escapar, es decir, que tuvieran que permanecer juntos, que no existiese la posibilidad de fuga de ninguno. Por otra parte la intimidad del plano, el hecho que tuvieran que estar los tres personajes en él, le da un carácter a la película en el sentido de estar pero no verse, de no escucharse íntimamente.

Es tu gente más querida, es tu madre, es tu pareja y no te estás entendiendo, no te estás escuchando, no te estás viendo, pero están en 2 metros cuadrados.

Un poco mi referente dramatúrgico es la película de Polanski El Cuchillo en el Agua (1962) y de hecho tiene varias citas a ella, por lo que no cabe duda que es todo un referente, ahora sí, para mí la película de Polanski es un poco un manifiesto de la masculinidad, es muy silenciosa, masculina, y en el caso de “Mapa para Conversar” busco esto desde un punto de vista femenino.

Entiendo que previo al rodaje casi todo se va a la borda cuando se enteraron del tema de la película ¿Cómo viviste ese minuto? ¿Fue desalentador? ¿Pensaste en parar el rodaje?

Tenía la idea de que iba a ser así desde antes. Tenía mucho miedo de buscar placements, sabía que con alguien podía funcionar, pero siempre supe que era un tema delicado. Y nada, mi amigo que había conseguido el yate de su padre y resultó que al enterarse no quiso prestarnos la embarcación y en ese momento mi amigo no estaba viviendo en Chile y se perdió como el tejemaneje de esa situación. La verdad es que quizás fui demasiado franca con la gente de la cofradía. cosa que podría haber disfrazado pero no, no tenía porqué advertirles de todo, pero lo hice y eso seguramente me pasó porque estaba confiada en que todo ya estaba listo. Lo grave de la situación es que se cayó muy cerca de las fechas del rodaje.

Se nubló todo…

Claro, al mes del rodaje me quedaba sin la principal locación, y no es que sea amiga de los club de yates, para nada, no es mi mundo, por lo que la cosa se me puso cuesta arriba, pero tuve suerte. Mucha suerte de ubicar a alguien que no me conocía y que nos facilitó su velero sin preguntarme nada y sin pedirme dinero tampoco, o sea, estoy profundamente agradecida del Club de Yates de Quinteros.

Y en el rodaje, ¿Qué fue lo más traumático que enfrentaron?

No soy una experta y como siempre está el tema del presupuesto, además de que arriba del velero no cabe mucha gente, por lo que no tenía ni asistente de dirección, ni continuista, por lo que era un poco complicado el hecho de no tener un bote de soporte, no tener un lugar donde poner luces, y a eso súmale que sólo teníamos 10 días para sacar la parte del mar, por lo que todo tenía que resultar como lo esperábamos y como tenía que ser. Si estaba nublado o despejado teníamos que grabar igual, se iba moviendo el sol e íbamos cambiando las escenas según las nubes, en fin –ríe-

Eso por una parte, pero también tuve un problema más técnico que un adaptador de lentes que arrendé no estaba funcionando bien y no había tiempo para solucionarlo y los defectos que generaron tuvieron que chutearse pal presupuesto de post producción que aun no levantaba. A ese drama técnico, tenemos que sumarle el mareo. Todos nos mareamos en algún momento, con lo que eso significa y eso que tomamos pastillas todos los días, pastillas para el mareo que nos daban sueño, por lo que las protagonistas dormían mientras el equipo preparaba todo para la siguiente escena.

Además yo tenía la imagen toda Europea de El Cuchillo en el Agua, que se filma en una verdadera taza de leche, pero el Pacífico es otra cosa, no podemos grabar como tomando té como si nada. De hecho se cuenta que Polanski perdió la cámara de cine en el lago, nosotros no corrimos esa mala suerte, pero lo pasamos mal con todo el ajetreo del mar.

Del Mundo de las Finanzas al Cine

¿Por qué decidiste dar el giro copernicano del mundo de las finanzas al cine?

Siempre he sido diversa en mis intereses. Mis estudios de ingeniería comercial fueron un poco de mentolatum, porque era una carrera seria que podía ejercer en distintos ámbitos. Pero eso no cerró mis otros intereses, comencé a estudiar literatura que era lo que me gustaba, luego de trabajar un buen tiempo en el mundo de las finanzas -7 años- en el mismo lugar y todo me detuve. Digo religiosamente como los judíos, que dicen que la tierra se trabaja 7 años y luego se la deja descansar, en eso me metí a estudiar un post título de dramaturgia y otro de gestión cultural también.

¿Y tu idea es entonces en un par de años retomar el sendero anterior? 

No. No es que yo no quiera ese mercado, más bien, es ese mercado que ya no me quiere a mi. Digo no desde el mundo que provenía que era de un ámbito de inversiones, mesas de dinero, ese tipo de cosas, el background que yo he adquirido en tiempo lejos de las finanzas a ese mercado no le interesa para nada. Pero sí, por mi podría perfectamente emplearme nuevamente en esa área por sostener una economía personal.

Respecto de tu experiencia en esos dos mundos, que son diametralmente opuestos para muchos, pero que si los puedes hacer caminar juntos es indudablemente productivo ¿Sentiste que pudiste fusionar estos mundos, me refiero al financiero y el artístico?

Yo creo que si, pero no es algo que yo me dé cuenta claramente. Sé que tengo habilidad con los números, me manejo perfectamente con una planilla de costos, tengo una cabeza administrativa de recursos, en el caso de esta película, fui directora y productora, por lo tanto, no habían los típicos excesos que el productor le frena al director. Digamos que sola me reprimía -ríe-.

Claro, tengo conocimientos mucho más específicos en el área, es decir, saber de macroeconomía no me sirvió para nada en el desarrollo de la película, pero de todas formas es algo útil que me ha servido para ayudar a amistades del área cultural, para compañías de teatro, de danza, pero siendo franca no he hecho un súper modelo de negocio, sino que logro no tener miedo a manejar la plata, administrar la producción.

Con 20 días de rodaje, 10 de los cuales sobre el velero Yagán, en palabras del director de SANFIC, Carlos Núñez, alcanzó “Una obra sin concesiones que narra encuentros y desencuentros entre una madre, su hija y su novia donde la sexualidad, la familia y las apariencias intentan coexistir. Un relato lleno de sutilezas y verdades que hacen de esta cinta una mirada certera para navegar por las relaciones humanas”.

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