Ley de TV Digital: obsolescencia ad portas
Desde que se inició la discusión sobre cómo introducir la TV Digital en nuestro país, el Colegio de Ingenieros de Chile ha tenido una activa participación en ella. En este momento se discute en el Congreso Nacional el proyecto de ley que regula la TV Digital en Chile.
Por Edurdo Costoya*
La discusión ha sido larga -lleva ya varios años- y tediosa, y lo concreto es que mientras muchos países ya cuentan con esta moderna tecnología en Chile solo contamos con una pocas emisiones experimentales, y seguimos enfrascados en un diálogo de sordos. Chile, el país que alguna vez fue uno de líderes en telecomunicaciones, dejó de serlo.
Pero lo más grave es que mientras en el Congreso Nacional persiste la discusión de incontables indicaciones que aparentemente pretenden mejorar el referido proyecto de ley, en el mundo la tecnología de telecomunicaciones continúa su avance arrollador, reduciendo costos, acortando distancias, aumentando capacidades y permitiendo en definitiva que todos -y ya no solo una elite- tengamos acceso a los servicios correspondientes.
En 2008, cuando el Colegio fue invitado a la Comisión de Ciencia y Tecnología la Cámara de Diputados, un parlamentario expresó que estaban haciendo una ley de TV para los próximos cuarenta años. Entonces respondimos que con suerte sería para los próximos veinte. Hace un año nuestra respuesta habría sido que la ley en estudio sería -con más suerte aún- para los próximo diez. Hoy nuestra cifra sería menor: posiblemente de cinco a ocho años, a lo más.
El problema central de la ley en estudio es que supone que por los próximos cuarenta años la TV Digital seguirá siendo “por aire”, es decir, mediante el uso de transmisores y del espectro radioeléctrico, suponiendo además que lo que hoy se denominan “tecnologías conectadas”, es decir, la TV que se ve a través del cable, de la fibra óptica o del satélite y muy luego Internet, es tan sólo un complemento. La realidad, sin embargo, es que hoy la TV ya no es solo “por aire”, sino que lo es cada vez menos, mientras las tecnologías conectadas ganan exponencialmente el favor del público.
Además, la televisión “por aire” significa el uso del espectro radioeléctrico, que es un recurso limitado y progresivamente escaso, en el cual otras fuerzas de la economía tienen puestos sus ojos, con lo que enfrenta un problema adicional.
En efecto, en los años 50 la TV disponía de 87 canales (en VHF y UHF). En los años 70 se redujeron a 67, y en la actualidad las cifras van de 30 a 51 canales, dependiendo del país. En 2011, la FCC (órgano regulador de las telecomunicaciones de los EE.UU.) ha pedido a los radiodifusores devolver otros 20 canales, o sea 120 MHz, para subastarlos entre otros usuarios del espectro. No hace falta ser un experto para pronosticar la tendencia futura.
Lo anterior se explica porque las tecnologías de telecomunicaciones móviles, que hace unos pocos años eran esencialmente para telefonía, y que hoy abarcan muchas otras prestaciones como acceso a Internet y televisión, requieren anchos de banda cada día mayor. Actualmente la telefonía móvil, que como ya sabemos no es solo “telefonía”, utiliza alrededor de 230 MHz del espectro radioeléctrico. La Unión Internacional de Telecomunicaciones pronostica que para el año 2020 van a hacer falta 1.200 a 1.700 MHz para las tecnologías de telecomunicaciones móviles de Banda Ancha.
Además, ¿qué pasaría en Chile si por una semana no funcionara la TV “por aire”? Según la ultima encuesta del CNTV, las personas que viven en el 63% de los hogares no se darían cuenta, porque tienen TV por cable o por satélite, cifra que en Antofagasta llega hoy al 88% y que en todo el país crece a diario. ¿Pero qué sucedería si la telefonía móvil o Internet no funcionaren por una semana? Simplemente, el país colapsaría. De ahí que las autoridades de todo el mundo no vacilen en recuperar espectro desde la TV para destinarlo a las nuevas tecnologías de telecomunicaciones móviles.
De igual forma, la TV conectada (por cable, fibra óptica, satélite o teléfono celular) ya no es más una mera extensión o “brazo largo” de la TV “por aire”, sino que aquella es crecientemente productora de contenidos, y para el usuario es indiferente cómo llegan esos contenidos a su hogar. La TV a través de Internet -gratuita o de pago- es otra realidad que crece a pasos agigantados; Netflix, por ejemplo, llega a cualquier hogar de Latinoamérica a través de Internet con 20 mil títulos de películas, series, documentales, etc. por el precio mensual de una entrada al cine, o del arriendo de dos películas en un video club. Los televisores SmartTV, con conexión a Internet, ocupan crecientemente volumen en la oferta y en pocos años la totalidad.
La ley en trámite simplemente ignora estas realidades.
En ese escenario surgen muchas preguntas. ¿Qué concesiones requieren los teledifusores del mañana? ¿Tienen sentido en Internet concesiones nacionales, regionales, locales, comunitarias o culturales? ¿TVN tuvo que pedir concesión en Australia o en Europa, para difundir su programación diaria por Internet, que ven los chilenos en todo el mundo? ¿Pidió́ acaso concesión en Chile para difundirlos en el extranjero?
Pero la pregunta que debemos hacernos no es cómo se debería regular esta nueva realidad tecnológica. La pregunta correcta es: ¿Será posible regularla? ¿Vale la pena hacerlo? Skype es otro ejemplo de la industria de las telecomunicaciones que refuerza esta pregunta.
Se ha gastado mucho trabajo, tiempo y recursos para elaborar el proyecto de ley de TV digital que hoy está en el Congreso, pero cabe preguntarse ¿Habrá llegado el momento de abandonarlo, repensar nuevamente todo el problema y desarrollar a continuación una ley muy simple, con la vista en los ineludibles cambios que se avecinan, que sea de fácil y rápida tramitación y que al menos permita que Chile se incorpore pronto al mundo de la TV Digital, antes de que el carro del progreso nos deje atrás? Lo anterior también nos lleva a pensar en enfrentar sin demora el desafío que el acceso de Banda Ancha esté disponible para todos los chilenos, que no es solo TV sino que educación, productividad y conocimiento.
* Eduardo Costoya es Presidente de la Subcomisión de Radiodifusión Comisión de Telecomunicaciones, Colegio de Ingenieros de Chile A.G. Artículo publicado originalmente por el diario electrónico El Mostrador.